El mundo ha cambiado. Mucho antes del Covid, aunque para la mayoría de CEO´s haya sido la excusa perfecta para revolucionar la organización, para engranar la quinta hacia la digitalización.
Además se ha disparado la adopción del mundo híbrido, remoto y presencial, con un frenético bautizo de 0 a 100 km/h en 6 días, de una manifestación con guantes de seda donde todo estaba fenomenal (máximo 2 o 3 casos dijo el experto) a Estado de Alarma ipso facto.
Pero ya antes del 2020 había una demanda generalizada, especialmente por parte del talento joven, de un entorno laboral híbrido que permitiese:
Disfrutar de más tiempo. Poner en práctica la famosa teoría de conciliación familiar con la que se llenaban la boca nuestros políticos en sus propagandas huecas.
Contribuir a un clima más saludable. Aparcar de vez en cuando nuestros vehículos es como acariciar al Planeta y, para ser claros, ya vamos varias décadas de retraso con un mundo que sufre malos tratos continuados.
Sentirse de vez en cuando en un entorno de seguridad y de tranquilidad, donde poder pensar y avanzar sin interrupciones y sin ruido de fondo.
Y llegó el bicho. El lunes 16 de marzo de 2020 las oficinas del mundo entero chaparon la puerta. El Planeta estaba de baja por enfermedad. Lo que había sido un flirteo respecto al mix híbrido organizacional ahora era un matrimonio forzoso, y con mascarilla. Sí, quiero, por narices.
Las primeras semanas aquellas empresas bien adaptadas al mundo moderno pudieron batallar con cierta dignidad. Entornos ya híbridos, venta online activa, organizaciones con suficiente material hard y software como para poder pasar una guerra recluidos, fueron las empresas que respiraron con cierta tranquilidad en un entorno de alta incertidumbre.
Todo el resto de empresas, ya sabéis…
A toro pasado hay algo que hemos aprendido de todo esto:
Empresas que pueden operar en entorno híbrido sabrán sacar el máximo partido si saben gestionarlo. Que no es fácil.
Liderar, coordinar e inspirar organizaciones bicéfalas, la parte on y la parte offline y al mismo tiempo, es un reto al que las empresas no han sido preparadas. Un desafío doble. Todos sabemos que si persigues dos conejos al mismo tiempo no cazarás ninguno, y en eso andamos, pollos sin cabezas tratando de cazar pares de conejos. Y todo esto por culpa del murciélago…
Trabajar en remoto tiene lo bonito de poder conciliar mejor, de disponer de más tiempo y de utilizar esos momentos para concentrarse en temas estratégicos en un entorno tranquilo.
No todo el campo es orégano. Trabajar desde casa también implica sentirse abandonado muchas veces, perder el contacto humano y eso es el peor de los castigos; los dos castigos más duros que existen son privar a alguien de su libertad y privarlos del contacto humano. Bien lo saben las prisiones de alta seguridad.
Otro tema para revisar es el momento de desconectar. El famoso “se le ha caído el bolígrafo” ahora es algo más complejo trabajando desde casa. La mayoría de las personas habituadas al trabajo remoto aseguran tener serios problemas para diferenciar cuando acaba la jornada laboral de cuando empieza la vida personal.
Hemos vivido muchas décadas de créditos emocionales positivos. Esas reservas se están agotando. Parte de las nuevas generaciones han entrado y salido de empresas sin haber siquiera conocido la oficina físicamente. Este talento joven no ha sabido empaparse de las grandezas del contacto humano, y repito que esas reservas que teníamos desde fin de siglo y hasta el 2020 empiezan a sucumbir y el efecto inmediato son las enfermedades mentales que según expertos ya se ha doblado en cifra comparado con 2019.
Es tiempo de volver a las oficinas. Por lo menos en el porcentaje propicio de cada empresa, es tiempo de tocarse la piel, pero también hemos de entender por qué nuestra gente no quiere hacerlo. ¿Es la oficina un espacio inspirador, positivo y que ofrece un entorno de crecimiento personal y profesional? ¿Hemos adaptado las instalaciones al nuevo mundo? Si no hemos hecho los deberes “la vuelta al cole” será como los primeros días de guardería.
Tengo muy claro que la fórmula perfecta no existe y ni siquiera en empresas del mismo sector. Cada organización decide quién lleva camisa y quién pijama, lo que es indiscutible es que una organización hoy debe tener un porcentaje híbrido óptimo, una selección de personal basada en talento y olvidarse de querer controlar, hay que delegar y transferir no sólo la libertad sino la responsabilidad también. Medir, iterar, pivotar y conseguir los resultados que la organización tiene fijados.
Bienvenidos al nuevo mundo.
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